
Josep María Felip València 13 MAY 2025
Siempre nos quedará Sorolla
La obra de Sorolla se convirtió en un potente instrumento de propaganda visual, que contribuyó a forjar un sentimiento de pertenencia y cohesión social entre los sectores más pudientes de la sociedad valenciana
Al fin se llenará el vaciado edificio de Correos en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. Lo será con más de 200 obras de Joaquín Sorolla reunidas por la Generalitat procedentes de museos públicos y privados, o de colecciones particulares, si bien no estará expuesto el monumental ciclo pictórico “Visiones de España” encargado a Sorolla por el hispanista norteamericano Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society of America. Un ciclo expuesto en una sala especial de su sede neoyorquina y pieza clave para comprender la construcción de la identidad valenciana y la nacional española a principios del siglo XX. Una obra genial, que permite percibir la compleja interacción entre el arte, la identidad colectiva y la política.
La lectura del artículo de Voro Contreras del pasado 4 de mayo, publicado en la sección cultural de Levante-EMV ilustra el contexto en que se fraguó el encargo y los motivos de Huntington. Se trata de un ciclo pictórico constituido por 14 paneles donde se expone la visión que Sorolla tenia de las distintas regiones españolas en el verano de 1908, un año antes de la Exposición Regional organizada por el Ateneo Mercantil. Dentro de este conjunto, el panel dedicado a la región valenciana reviste una especial importancia, no solo por su belleza, sino por reflejar en una obra de arte la autoconciencia de la burguesía valenciana de la Restauración.

Joaquín Sorolla, con su maestría en la captación de la luz y el movimiento, presenta una Valencia en la que destaca sus aspectos más positivos: la luminosidad del paisaje, especialmente de la huerta; en la esquina del panel, un gran cesto de naranjas sobre un fondo de campos de arroz y de huerta conteniendo una barraca de cañas y barro; centrando, una pareja a caballo sobre un suelo de murta con la vestimenta de labrador y labradora, ella a la grupa, colgando ramillete de naranjas, y él sosteniendo una Senyera. Más de cien años después, esa visión la podemos contemplar todos los meses de marzo en las fiestas josefinas de Las Fallas. Aunque no exenta de realismo, selecciona y enfatiza aquellos elementos que proyectan una imagen de prosperidad y modernidad, acorde con la autopercepción de aquella burguesía de la Exposición Regional en ascenso.
Sorolla cruzará de nuevo el Atlántico
La representación de las clases populares, aunque presente en la cabalgadura, está cuidadosamente integrada en un contexto de armonía social, evitando cualquier sugerencia de conflicto o desigualdad que pudiera empañar la imagen del panel dedicado a Valencia en contraste con la desarmonía social reflejado en otros paneles regionales. Suele decirse que el progreso en España fue el resultado del Pacto de la Restauración entre la burguesía textil catalana, la siderúrgica vasca, los latifundistas castellanos y la burocracia centralista, todos ellos interesados en mantener un alto arancel frente a las importaciones británicas para proteger un mercado interior cautivo; pero los que dicen se olvidan que eso solo podía funcionar gracias a las exportaciones de cítricos, arroz y manufacturas agrícolas de un “patriciado valenciano” que miraba hacia los mercados exteriores y mantenía el equilibrio interior gracias a las divisas de sus ventas al exterior.
Esa visión de Sorolla, más bien idealizada, tuvo un impacto significativo en la construcción de la identidad de aquella burguesía comercial y exportadora. La imagen proyectada reforzó la narrativa de una región y una ciudad dinámica, próspera y cosmopolita, capaz de competir en el mercado internacional. La representación de las actividades portuarias y comerciales. contribuyó a consolidar la imagen de Valencia como un centro económico de primer orden, alimentando el orgullo y la confianza en sí misma de sus clases dirigentes. La obra de Sorolla se convirtió, de este modo, en un potente instrumento de propaganda visual, que contribuyó a forjar un sentimiento de pertenencia y cohesión social entre los sectores más pudientes de la sociedad valenciana.
Sin embargo, la influencia de este panel no se limita a la burguesía comercial. La imagen de una Valencia tradicional, pero a la vez moderna, cosmopolita y próspera, también tuvo su impacto en la formación de la derecha valenciana. Solo hay que recuperar la historia de la Derecha Regional Valenciana formando parte de la CEDA con identidad propia durante la Segunda República. Esa visión idílica de Sorolla se alineaba con la ideología liberal y conservadora; se trataba de la idea de una Valencia unida y próspera, independiente de los intereses arancelarios que se cocían en Madrid entre industriales catalanes y vascos, cerealistas castellanos y funcionarios madrileños. Se convirtió en un referente ideológico para los sectores conservadores y liberales valencianos que anteriormente ya había cuajado en el proyecto de la Exposición Regional de 1909.
El panel sobre Valencia en “Visiones de España” no fue una mera representación artística, sino un instrumento ideológico con un profundo impacto en la sociedad valenciana. Su influencia se extendió a la burguesía valenciana reforzando su identidad y su orgullo cívico; y a la derecha valenciana proporcionándole una imagen idealizada de la región y de la ciudad que sirvió para consolidar su mentalidad y su proyecto político. Un proyecto político cosmopolita y de progreso que, si 125 años después la actual derecha liberal y conservadora no actualiza, se cree y defiende, me malicio que mal nos irá a los valencianos tal cual nos van las cosas en España.
Ya estamos con las ocurrencias banales de siempre. Sobran museos en Valencia. No va ni Dios a estos cementerios del Arte y la Cultura. Vamos a dejar de rellenar espacios virtuales con todo tipo de ocurrencias infantiloides, por favor. Sorolla es un pintor superado y ya tiene su espacio en Madrid, que era donde le compraban sus obras y punto final. Las chorradas son un buen recurso para divertirse y rellenar huecos en una prensa tan cutre como la valenciana, repleta de tópicos y nostalgias de un pasado esplendor que no volverá.
Por cierto, hay vida antes, durante y después de Sorolla, que es un pintor mediocre, alejado de la realidad y siempre dispuesto a venderse al mejor postor, como hizo en todo momento de su existencia como artista.
Ya es hora de olvidar a Sorolla y centrarse en el futuro,. Falta nos hace a los valencianos, un pueblo anclado en u,n pasado romantizado y más falso que un euro de madera.