Mompó explora un perfil inédito en los líderes del PPCV
Entre Almansa, mito de la izquierda valencianista, y Poblet, donde descansa el ‘rei conqueridor’, caben muchas identidades. El presidente provincial del PP explora los límites de su partido, investigando si hay hueco para ese valencianismo transversal que predica, incluidos guiños a la izquierda
José Luis García Nieves València 04 MAY 2025 6:01
«Soy de La Ribera, tengo muy cerca Xàtiva, he visitado el cuadro de Felipe V boca abajo. Fue un rey que trató con desprecio a los valencianos […] No está de más que lo quitemos de las calles». La proclama del 25 d’Abril contra el primer borbón de Vicent Mompó (Gavarda, 1981) atragantó más de un almuerzo en la derecha valenciana, especialmente en la ciudad que guarda las esencias conservadoras, a buen recaudo de heterodoxias comarcalistas, dentro de los muros de Ciutat Vella. No han tardado en llegar las primeras advertencias. Por ahí no, Vicent.
El presidente de la diputación y líder del PP provincial lleva tiempo jugando en los límites del regionalismo bien entendido: utilizando el valenciano en cada intervención, buscando consensos con la izquierda, facilitando políticas como las de memoria democrática que impulsa su socio en la diputación, Ens Uneix.
La semana pasada cruzó una frontera. Hizo suyo el crit de una parte de la sociedad valenciana -mayoritariamente ubicada en la izquierda, por tanto, generadora de desconfianza entre los suyos- y acogió en la Plaza Manises un acto para el recuerdo de la desfeta de 1707, cuando los valencianos perdieron sus fueros y su autogobierno. Ahí emergió la voz de un maulet dentro del PPCV.
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Entre la castellana Almansa, donde en 1707 se borraron casi cinco siglo de historia de los valencianos, y Poblet, el monasterio de Tarragona donde reposan los restos de Jaume I y que Mompó visitó el último Nou d’Octubre, caben casi todas las identidades valencianas. Y ahora el alcalde de Gavarda parece querer vertebrar una valencianismo que beba, como si fuera una ecuación irreconciliable, de la desfeta y la conquesta.
En todas las sociedades diversas, los personajes que se mueven en las fronteras generan suspicacias y desconfianza. Ya le ocurrió a otro nivel a Alfonso Rus, con ese valencianismo rural que, hecho de chascarrillos, se veía con distancia en l’Eixample de la capital. Sin tomárselo en serio. Aunque mucho de lo que dice Mompó parece improvisado -como esas declaraciones sin filtros en las que igual pone en un aprieto a Mazón-, los suyos aseguran tener un plan. Mompó nunca va a ser la derecha ilustrada valencianista por la que suspiran ciertas elites urbanas, medio siglo esperando un nuevo Villalonga: lo suyo es otra cosa, pero también es nuevo.
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Conocedores de las comarcas, están convencidos de que hay unas nuevas generaciones que han estudiado en valenciano, que hay una nueva valencianía conservadora que no encuentra referentes en el partido, con una cúpula escorada hacia Alicante, que se puede disputar la bandera identitaria a la izquierda si se elimina el radicalismo; y que también hay un nuevo PP nacional, el de Feijóo, que ampara su apuesta sin concesiones por el valenciano. En definitiva, hay un hueco por llenar. La cuestión es si esa oferta nueva interesa al mercado electoral conservador; si hay un electorado conservador que realmente quiera ubicarse entre Poblet y Almansa, siendo Mompó, precisamente, un dirigente al que han silbado en mítines de partido por utilizar la lengua propia.
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Mompó suele citar en sus discursos la importancia de coger el camí del mig; espigolar de todas las ideologías desde algo tan valenciano, aunque tan poco en boga, como el trellat. Ese pragmatismo quizá venga de un dirigente que se ha criado fuera del centro, que estrenó la línia en valencià, y que llegó a la política sin doctrina, sin formación previa ni biografía en juventudes partidistas, fichado por el PP para la lista de Gavarda (en el PSPV hay quien se lamenta de no haberse adelantado a los populares quince minutos). Un político en plena construcción al que la dana -ahora tiene en sus manos a Mazón con su declaración judicial como testigo- ha dado una proyección importante, y que en la diputación, dentro de un gobierno por accidente, está potenciando esa transversalidad, tras dos años de gobierno con Ens Uneix. Han hecho de la necesidad, virtud. Esa cohabitación, reconocen en el PP, les ha facilitado un aprendizaje, personal y también para el partido: se puede dar normalidad a políticas de otras coordenadas, como la memoria democrática. Sorprende, en tiempos de trincheras.
Pese al desconcierto que genera en las posiciones más conservadores del partido, fuentes del PP reconocen, también, que promocionar un perfil como el de Mompó puede ser útil. Lo señalan en un contexto concreto: el de la desconcertante reaparición de Camps, que ha pasado de anécdota a molestia, y puede que pronto a amenaza, y cuyo auge bebe también de cierto malestar provocado por la pérdida de protagonismo de las comarcas en el PP de Mazón.