Por el Estado valenciano
(Levante-EMV 27/02/15)
Respondiendo a la demanda de la nación –la única legal– con sus lamentos resonando en las plazas del 15M, el patriota español Pablo Iglesias nos invita a soñar con una nueva España que renazca fortalecida en un nuevo amanecer. Los regeneracionistas españoles, como él o como Cánovas del Castillo, aparecen cuando el hedor de la nación enferma se hace insoportable y el tratamiento, a vida o muerte, obliga a que este sea de choque: «Vengo a galvanizar —decía el malagueño— el cadáver político de España». Al igual que la criatura que el audaz personaje de El moderno Prometeo de Mary Shelley da vida, de la misma manera, España, esa criatura, ese cuerpo de laboratorio, ese invento político con partida de nacimiento como nación un 19 de marzo del 1812, esa construcción artificial, precisa ser galvanizada, de manera periódica, para mantenerla con vida.
Los valencianos en su mayoría se consideran españoles. Se adscriben, con emoción o indiferencia, al Estado de la Nación española. Es comprensible. Si obviamos la fallida propuesta de Joan Fuster – ¿cómo nos íbamos a embarcar los valencianos en una nave ajena que, para más INRI, no tenía ni velas ni motor? – nadie, con suficiente fuerza telúrica para ser escuchado, como hubiera podido ser Blasco Ibáñez, nos ha ofrecido otra alternativa. No hemos tenido otra opción que la de estar adscritos a la Nación española surgida en 1812. Por estos lares solo se nos ha aparecido una única nación política avalada con la fuerza de un Estado detrás: la Nación española. ¿A caso los valencianos desde el 29 de junio de 1707 podemos elegir ser otra cosa que —como miembro cosido a un cuerpo extraño— formar parte de la criatura artificial que precisa ser galvanizada para dotarla de existencia vital? ¿Estamos acaso condenados a formar parte de un colectivo que, volviendo a Cánovas del Castillo un día espetó que: «Son españoles los que no pueden ser otra cosa»? Ante esta afirmación es obligado preguntarnos: ¿Podemos aspirar a ser, ‘otra cosa’, podemos ser, sencillamente, valencianos? ¿Podemos los valencianos d’Oriola a Vinaròs, correlato del “Alacant, València i Castelló” que repetía González Lizondo, soñar como él lo hizo, en su unitario discurso en el Ateneo Mercantil de Valencia el 17 de febrero de 1994, con la Patria valenciana? Cuando ahora nos proponen soñar con un nueva España, pero indefectiblemente vieja conocida, sangrienta, guerracivilista y cainita ¿podemos soñar los valencianoscon la Patria valenciana, con una República valenciana próspera, limpia, libre y soberana? ¿Podemos aspirar a tener nuestro Estado para poder hacer o deshacer, para poder aceptar o rechazar, para poder decidir ir o volver, para decidir libremente nuestras dependencias o independencias, para poder, en todo momento, tener la paella pel mànec, para tener y conservar, siempre, las llaves de la caja y de la casa?
La respuesta porque nos conviene y porque ya fuimos un Estado, es afirmativa, es sí. Y cada 9 de Octubre todos los valencianos lo recordamos. Y decimos todos, porque además de que ese día ‘todos’ están en la calle en el homenaje al fundador, también todos han de ser llamados a la construcción de este nuestro nuevo Estado.
La oferta o trágala, que se nos hace de pertenencia al Estado español, que continuamente hay que galvanizarlo, a veces a un coste insufrible como fue la descarga de 1936, esta oferta, ya la tenemos. Los partidos valencianos no la discuten, no ven otra perspectiva fuera de ese Estado de la Nación española.
Por higiene, por dignidad y por supervivencia hay que poder poner en cuestión esta situación que perdura desde 1707. Hay que sacudirse el propio miedo que nos produce la criatura, temor que nos paraliza políticamente por su simple y sola existencia. Abogo por propuestas electorales que en mayo me permitan votar, a mí y a cualquier valenciano d’Oriola a Vinaròs, por el Estado valenciano de la Nación valenciana.
Víctor Baeta, autor de ‘Per la República valenciana, d’Oriola a Vinaròs