DESHACIENDO EQUÍVOCOS 16/02/2025
Un equívoco es aquella interpretación que nos confunde y que en muchas ocasiones tiene la voluntad de oscurecer la verdad de los hechos, plantearnos dudas, introducir sospechas, tergiversar. En una sociedad como la nuestra (la occidental) en la que los medios de comunicación están en quiebra y se sostienen gracias a las subvenciones públicas y privadas que reciben periódicamente, los equívocos gozan de gran protagonismo.
Cualquier información pasa por el cedazo del adoctrinamiento y tiende a la homogeneidad. No importa de que se hable (a nivel local, nacional o internacional) todo suena al catecismo de nuestra infancia en las “escuelas cristianas” del franquismo, puesto al día en la forma pero con los mismos propósitos manipuladores.
Hace ya muchos años que no veo los programas de las televisiones del Régimen español que suelen emitir desde la capital del reino, pero puedo imaginar la linealidad de su discurso, con un añadido cutre de matriz castellana. Los programas televisivos del Régimen autonómico catalán tampoco los sigo y los que lo hacen (en prácticas masoquistas) me cuentan que se han “castellanizado” en el fondo y en la forma, por lo que al parecer siguen la corriente de sus vecinos más próximos. Se han contagiado.
He de confesar que en ocasiones caigo en el error de escuchar los titulares de los telediarios de TV3-3/24. Luego me arrepiento y regreso a mi privacidad.
La interpretación que se hace de los sucesos del Medio Oriente, de la guerra de Ucrania, del nuevo mandato del presidente Trump, de las actuaciones de las instituciones de la Unión Europea, del papel de la OTAN y de cualquier episodio derivado de todo ello, tiene un sesgo grosero en lo ideológico, que a veces se refugia en la anécdota sensiblera o llamativa para consumo de la masa desinformada.
Decía Ruyard Kipling (poeta y novelista inglés (1865 – 1936) en uno de sus más bellos poemas:
“Tengo seis honestos servidores que me han enseñado todo lo que sé. Sus nombres son Qué y Por qué, y Cuándo, y Cómo, y Dónde y Quién”.
Si alguno de esos comunicadores a sueldo que nos invaden hicieran un esfuerzo para comprender la realidad, reducirían el volumen de estupideces que producen a diario. Ya sé que tienen que pagar la hipoteca, cubrir los gastos del colegio privado de los niños en la zona alta y/o seguir practicando su deporte preferido, pero estaría bien que hicieran un acto de conciencia (a modo de ejercicios espirituales) y se soltaran la caspa que los envuelve.
Que el mundo camina alocadamente hacia el caos es cosa sabida, por muchos buenos “findes” (menuda cursilería) que nos atosiguen. Sin embargo quizás podremos tratar de averiguar el estado de la situación si identificamos los “triggers” (los gatillos) que han propiciado ese escenario. Veamos algunos, a modo de reflexión.
- Cuando una clase media educada y culta puso fin a la utopía comunista en 1991 (como muy bien ha explicado Emmanuel Todd), hubo un cambio de paradigma que afectó sobre todo a la sociedad occidental y a sus valores.
- Las élites corporativas recuperaron sus antecedentes ideológicos y su conciencia de clase. Tomaron del liberalismo primigenio de Locke, Stuart Mill, Adam Smith, Ricardo y otros lo que les convino y lo actualizaron como “neoliberalismo”. Eran ultraliberales en lo económico y reaccionarios en lo político. El riesgo de la revolución “roja” había desaparecido. Era el “fin de la Historia” de Fukuyama. Podíamos estar tranquilos. La dialéctica hegeliana quedaba bajo llave.
- Fue justamente por esta razón por la que vimos que las distintas tipologías políticas se iban desvaneciendo. Derecha e izquierda convergían hacia el centro y los colectivos residuales eran marginados o, como mucho, actuaban como los “enfant terrible” del Sistema.
- El nuevo equilibrio occidental estaba constituido por un Sistema (controlado por las élites corporativas privadas) y un aparato político que podría ser definido como “el partido del Establishment”. Los gobiernos se iban sucediendo sin cambios significativos profundos. Por ejemplo Tony Blair, un laborista de nuevo cuño, podría por su forma de gobierno haber sido el hijo natural político de la ultra conservadora Margaret Thatcher. Las masas eran instruidas de acuerdo con el catecismo dominante. El entretenimiento (futbol y macro conciertos) alegraba la fiesta.
- Pero Occidente no podía subsistir si no tenía un enemigo a quien enfrentarse. George Kennan, el gran diplomático estadounidense que mejor conocía la Unión Soviética desde dentro por haber sido embajador en Moscú durante muchos años, anticipó el vacío que se produciría en este sentido si la URSS desapareciera. Y cuando esto sucedió – como bien recoge John Lukacs en su correspondencia con Kennan – avisó sobre la conveniencia de parar la “desastrosa política de los gobiernos americanos de Bill Clinton y George W. Bush al extender posiciones de la OTAN hacia países limítrofes con Rusia”. Nadie le hizo caso.
- Claro que los antecedentes ya eran muy negativos, pues cuando el presidente George H.W.Bush negoció con el presidente Gorbachov la reunificación de Alemania y la retirada de las tropas soviéticas del Este de ese país, se convino que la OTAN no permitiría la adhesión de ningún país del bloque del Este (con la exclusión de la República Democrática Alemana). “Ni una pulgada hacia el Este”, dijo James Baker, en aquel momento Secretario de Estado.
- La pregunta que uno debe hacerse es qué sentido tenía mantener una organización armada muy cara (la OTAN) cuando el enemigo a combatir había practicado un suicidio asistido. Y los restos del naufragio (los nuevos Estados nacionales) nacían como miembros del Sistema capitalista.
- Cabe en este punto dimensionar las cosas y recordar a los desmemoriados que en el 2024 los gastos en Defensa (Ataque) a nivel mundial (la producción de armas) alcanzó la cifra de 2,5 billones de dólares (trillones americanos), cifra muy similar al PIB del Estado español. Es decir, la producción de armas en un año puede liquidar la riqueza generada durante ese mismo año por un país de tamaño medio. Y esto es así porque el objetivo de las armas es destruir no generar.
- Entretanto en Occidente se tenía que ir creando una opinión pública anti-rusa que pudiera justificar los movimientos del partido del Establishment. Uno de esos movimientos fue provocar un golpe de Estado en Ucrania, probablemente el país del Este más asociado cultural y históricamente a Rusia. Ucrania, como casi todos los países de la antigua órbita soviética (incluida Rusia) había puesto en marcha un “capitalismo cowboy” (cuyo guion escribieron los “chicos de Harvard”) donde la corrupción afectaba a todas las instituciones. La nueva clase política era la oligarquía. El gobierno de Ucrania en 2014 (presidido por Viktor Yanukovich) no quiso cerrar un acuerdo con la Unión Europea y Occidente no se lo permitió. Se montó una revolución, se financió con dinero occidental, se le puso un título (Euromaidan) y se orquestó un cambio de régimen. El gobierno ruso respondió ocupando la península de Crimea, un territorio que le pertenecía.
- Los nuevos gobiernos ucranianos se fueron sucediendo, cada vez más pro-occidentales y escorados ideológicamente hacia posiciones de un nacionalismo ultra, que había tenido su explosión en la etapa nazi de Europa. Fueron elevados de nuevo a los altares antiguos dirigentes históricos vinculados directamente al proyecto antisemita de Hitler. Los ultras se infiltraron en las instituciones ucranianas y entre otras cosas se dedicaron a la des-rusificación. En las universidades los seminarios sobre Dostoewski y Tolstoy fueron suprimidos. La población de la zona oriental, de cultura rusa, inició un proceso de rebelión que fue duramente reprimido por el ejército oficial. Parte de esa población huyó a Rusia y la otra pudo defenderse gracias al apoyo logístico del ejército ruso.
- El triunfo abrumador del candidato Zelensky en las elecciones ucranianas del 2019 con su “plataforma de paz” y su deseo de entablar negociaciones con Rusia fue boicoteado por las ONG controladas y financiadas por Estados Unidos, que presentaron el tema como una capitulación. Una de estas falsas ONG (Ukraine Crisis Media Centre) amenazó a Zelensky y le advirtió de los riesgos que correría si cruzaba las “líneas rojas”. El líder ultraderechista Dimitrio Yarosh fue más explícito al decir: “Si Zelensky traiciona a Ucrania no perderá su puesto, sino que perderá su vida”. Y Zelensky se arrugó y adoptó la posición contraria. Era la victoria del Sistema contra la población ucraniana que en aquel momento deseaba la paz y la reconciliación. Está más que probado que desde 1980 (mandato de Reagan), el gobierno norteamericano creó una serie de instituciones paralelas para controlar el relato de sus actividades en el exterior, bajo la apariencia de fomentar los “derechos humanos”. Entre ellas The Institute for Statecraft y la National Endowment for Democracy.
- Luego vino el protocolo de Minsk (2014) para encontrar una fórmula de paz entre los unionistas ucranianos y los secesionistas del Donestk y Luhansk. Ninguna de las partes creía en ello. Occidente continuó armando al ejército ucraniano, hasta extremos insólitos que no guardaban relación con los parámetros económicos y sociales del país. Se estaban preparando para la guerra con la bendición de la canciller alemana Angela Merkel.
- Solo faltaba que el presidente Zelensky, ya domesticado, asumiera su papel de figura decorativa y dijera en Munich a principios del 2022 que Ucrania no aceptaba los acuerdos sobre el “Memorándum de Budapest”, que justamente tres potencias nucleares (Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia) habían firmado en 1994 sobre la desnuclearización de Ucrania y que exigía la devolución de su arsenal nuclear a Rusia, dentro del Tratado de No-Proliferación Nuclear.
- Pocos días después el ejército ruso entraba en Ucrania y empezaba una guerra entre Rusia y la OTAN, actuando el ejército ucraniano como material de choque y dejando la inteligencia militar en manos occidentales. Era una “guerra proxy”, una guerra por delegación.
- Han pasado tres años y la guerra está llegando a su fin con la victoria rusa. Las élites occidentales y los políticos a su servicio han volcado millones de dólares de los contribuyentes de sus países en Ucrania. Es el fracaso absoluto en un análisis coste-beneficio. Y este fracaso tiene como responsables a los dirigentes de la Unión Europea, de la OTAN, de los gobiernos occidentales y del gobierno Biden (incluidos sus “cheer ladies” Anthony Blinken, Jake Sullivan y Victoria Nuland, política esta última que siendo subsecretaria de Estado de Estados Unidos se dedicó a repartir bocadillos entre los acampados de Maidan, en una performance del mejor capitalismo Woke).
- Y en estas circunstancias, Donald Trump ha llegado al poder o, si se quiere, ha recuperado el poder cedido. Y con Trump ha llegado el “trumpismo”, que es un populismo conservador anti-establishment, que tiene controlados – esta vez sí – a los líderes republicanos históricos (en especial al Senado). Y ha hecho muchas cosas en poco tiempo, como ya había prometido a sus electores. También ha dicho que hará muchas más, pero nos vamos a limitar a los hechos.
- Y una de las cosas que ha hecho ha sido conectar con el presidente ruso Vladimir Putin con objeto de encontrar una fórmula de compromiso sobre Ucrania y su futuro. Ya sabe que Rusia ha dado la nacionalidad rusa a los habitantes de las zonas ocupadas de Ucrania (de cultura rusa) y que en esta ocasión (imitando a James Baker) tampoco va a retroceder ni una pulgada del territorio tomado. También sabe que no aceptará una Ucrania incorporada a la OTAN.
- Donald Trump es un empresario al que le gusta el riesgo. Está acostumbrado a negociar. Es un líder transaccional y soberanista. Le interesa por encima de todo su país. No entiende, como les ocurre a la mayoría de sus seguidores, por qué se ha volcado tanto dinero americano en una guerra muy lejana, dinero que se podría haber empleado en otros temas domésticos.
- Dicen que los líderes occidentales (por llamarlos de alguna manera) han mostrado su perplejidad. Y el comediante Zelensky ha pedido entrar en la mesa de juego como si fuera un actor importante. Este tipo se ha llegado a creer su papel, sin asumir su condición de títere. Unos y otros han de tener muy en cuenta que si Estados Unidos y su presidente cierran el grifo de la “ayuda a Ucrania”, se acaba la fiesta en un santiamén.
- El bloqueo de las actividades de USAID, una organización americana de ayuda a terceros países, ha puesto en evidencia la malversación de recursos y la corrupción en las redes donantes – receptores. En Afganistán, en Centro África, en la propia Gaza. En muchos casos detrás de la USAID había los intereses bastardos de la CIA. Con la decisión de Trump, las falsas ONG’s que pululan por Ucrania se han quedado sin fondos y no pueden continuar recitando su sesgado discurso habitual. Ha habido mucha desinformación por encargo bien remunerada. El mundo de los medios está también en estado de shock, pues las primeras investigaciones del equipo del “maldito Musk” han puesto de manifiesto como la mayoría de los medios occidentales y su cuadro de periodistas “independientes” ha estado engrasado para que se ajustara al relato impuesto por el Sistema. Incluso la BBC, un símbolo de la libertad de información, ha reconocido que recibía ayuda económica de la USAID.
- Y para cerrar el ciclo (por ahora) el flamante vicepresidente de Estados Unidos JD Vance ha hecho acto de presencia en la Conferencia de Seguridad de Múnich (otro cementerio de elefantes) y ha declarado sin ambages lo que piensa el gobierno norteamericano sobre sus colegas occidentales. Ha dicho: “La amenaza que más me preocupa respecto a Europa no es Rusia, no es China, no es ningún otro actor externo. Lo que me preocupa es la amenaza desde dentro, el retroceso de Europa en algunos de sus valores más fundamentales, valores compartidos por Estados Unidos”. Añadió que Europa debe dar un paso adelante para garantizar su propia defensa, que Estados Unidos espera alcanzar un acuerdo razonable para poner fin a la guerra de Ucrania y que “la democracia se basa en el principio sagrado de que la voz del pueblo importa y no hay lugar para cortafuegos”. Incluso citó el tema rumano (elecciones anuladas por el Tribunal Constitucional de ese país) como ejemplo de dar la espalda a la voz del pueblo. Lo tenía fácil para decir esto último, pues no hace mucho Thierry Breton (alto ejecutivo empresarial francés y ex-comisario europeo) dijo: “Lo hicimos en Rumania y si es preciso lo haremos también en Alemania”.
Conociendo el talante de Donald Trump, no puedo imaginar que Vance haya improvisado. Ha hecho de portavoz de lo que le ha dictado su jefe sobre las “cabezas pensantes” de la vieja Europa. Tampoco es nuevo. Siempre ha creído que son unos ineptos.
Espero haber aclarado algunos equívocos. Soy catalán y por ende europeo, pero no me siento representado por esta tribu de trepadores e incapaces que ha hecho de la política una profesión muy bien remunerada. Cuando hablan de Europa hablan de la suya, no de la mía.
